Las vacaciones llegan a su fin y pronto los más pequeños empezarán de nuevo el colegio, con el cambio que supone de los horarios y hábitos adquiridos durante el verano, tanto para los niños como para los padres. Este cambio de rutina puede traducirse en falta de concentración, somnolencia, falta de apetito, tristeza o irritabilidad de los niños hasta que se habitúan al nuevo horario escolar. Es el conocido Síndrome postvacacional. Para intentar evitarlo se recomienda una habituación paulatina, de tal forma que exista un periodo de adaptación familiar, comenzando unos cuatro o cinco días antes de iniciar el curso.
COMIDA
La hora de la comida deberá adaptarse progresivamente al horario que el niño vaya a mantener el resto del curso, bien en el domicilio familiar o en el comedor escolar.
El problema de los padres con las comidas y/o el apetito de sus hijos es un tema de preocupación y consulta pediátrica bastante frecuente. Hasta el 45% de las familias tiene problemas a la hora de dar de comer a sus hijos. Este conflicto entre padres e hijos genera mucha frustración y angustia en los padres y en la mayoría de los casos se resolvería consultando al pediatra, quien explicando la evolución del apetito y el peso del niño durante los primeros años de vida disiparía muchas dudas e inquietudes. Los niños tienen su propio mecanismo de regulación del hambre y a medida que crecen disminuye su apetito, así como va aumentando su autonomía y definiéndose sus gustos y apetencias.
Lo fundamental es conocer si el crecimiento del niño es adecuado para su sexo, edad y raza y si el niño está contento, juega, y disfruta, coma más o menos. Es muy importante respetar el apetito de los niños siempre que estén sanos. Tampoco es recomendable darles un suplemento vitamínico o estimulantes para empezar el colegio sino mantener una dieta equilibrada, variada y saludable.
Se debe establecer un horario regular (adaptándose al horario familiar), ciertas normas en la mesa como utilizar bien los cubiertos, masticar con la boca cerrada, no levantarse continuamente, etc. y fijar un tiempo razonable para acabar la comida, que podría ser unos 15-30 minutos. En el caso de que el niño tarde excesivamente en terminar de comer, tendremos que ir educándolo para intentar corregir esta situación. Mientras tanto, una buena opción es la de reforzar la comida con una merienda y una buena cena (momento en el que tendremos más tiempo para dedicar al pequeño).
Si el niño realmente no tiene apetito, no se le debe forzar. Se le debe ofrecer los mismos platos que al resto de la familia y no ayudarle a comer cuando sea capaz de hacerlo solo.
Sería conveniente servir con más frecuencia los alimentos que rechaza, con distintas preparaciones y presentaciones imaginativas intentando ajustarse a los gustos ya conocidos del niño para que se familiarice con ellos. Es muy útil el sistema de “los tratos” semanales , de tal forma que “se negocie” el alimento elegido a introducir, bien sea por primera vez, o por rechazo selectivo a un grupo de alimentos (generalmente verdura).
A veces los niños se comportan de forma diferente en casa y en el comedor escolar. Con los padres pueden ser unos pequeños “dominadores de la situación” y no crear ningún problema en el colegio, donde imitan a sus compañeros. No se debe dar importancia a esta situación y sobre todo no debe ser motivo de conflicto familiar, pues en ocasiones lo que pretenden es demandar toda la atención y el tiempo que se le dedicaba durante el verano y del que no siempre se dispone en horario laboral. Se debe evitar el uso de la comida o de alimentos concretos como recompensa y no permitir el uso del “chantaje” con la comida. En otros casos se trata de un problema de adaptación a nuevas situaciones como comenzar de nuevo el colegio, cambiar de profesor o de compañeros y será algo transitorio hasta que se familiarice con ello. El mensaje que deberíamos transmitir a nuestro hijo es que la nueva situación no va a cambiar nada y que se trata de algo normal que hacen todos sus compañeros (mensajes positivos y de normalidad).
Cuando los niños se quedan a comer en el comedor escolar, los padres deben asegurarse de que este guarda todas las medidas básicas de higiene y salubridad que se exigen para ellos, así como de que las dietas que se ofrecen en él sean adecuadas para cada edad de la población infantil. Debería tratarse de una dieta variada, en la que se ofrezcan alimentos nutritivos de todos los grupos, tanto desde el punto de la energía total como de los micronutrientes. En algunas ocasiones, la comida que se sirve en los comedores escolares sigue teniendo un contenido en grasas más alto del recomendable.
En muchos comedores se puede disponer del menú semanal con antelación para saber lo que van a ofrecer, o bien acceder a él a través de la página de Internet del colegio.
Los padres deben conocer lo que comen y cómo se comportan en el comedor sus hijos, frente a la comida y con los compañeros, del mismo modo que conocen el rendimiento académico y el comportamiento en el aula a través de entrevistas con los tutores. En la mayoría de los casos, si la familia comenta con el tutor que es problemático con la comida, conseguirán un control un poco más estrecho en el comedor.
ESTUDIO
Hay que tener en cuenta que cada niño aprende a un ritmo diferente y que nadie nace sabiendo estudiar. Es importante no presionar al niño y ayudarle a que dedique todo el tiempo que necesite para aprender las lecciones. Se le puede ayudar a crear un horario que le permita disponer del tiempo que necesita intentando asegurar un tiempo para realizar algo que le guste y le motive cuando termine.
Para estudiar mejor en casa hay que empezar por asegurarse de que el niño presta atención en clase, toma buenos apuntes y lleva un orden en su agenda de los deberes, exámenes y trabajos escolares. No se puede aprender ni estudiar bien si no se entiende la materia. Por esta razón los padres deberían recomendar a sus hijos que pregunten al profesor cuantas dudas tengan y que pidan ayuda cuando la necesiten. Del mismo modo, los niños deben pedir ayuda a sus padres en casa si se “atascan” con alguna tarea o existe alguna materia que deben reforzar. Se trata de un tiempo en común que permite a los padres conocer mejor a los niños, saber como van las cosas en el colegio y cual es el nivel y ritmo de aprendizaje de sus hijos. Además, incrementa los vínculos afectivos padres-hijos.
Me parece importante llamar la atención sobre los problemas específicos del aprendizaje: en algunas ocasiones, los niños que tienen problemas para aprender pueden padecer trastornos específicos del aprendizaje, como por ejemplo la dislexia, la discalculia o el trastorno del aprendizaje no verbal. En todo niño con problemas para aprender al ritmo de sus semejantes deberían descartarse estos u otros trastornos. Los dos primeros sitios a los que acudir para consultar estos problemas son la consulta de su pediatra y el equipo de orientación del colegio.
Cada niño necesitará unas horas de estudio en función de su capacidad intelectual, la materia de las asignaturas, la época del curso escolar (no se necesitará lo mismo al principio del curso que en época de exámenes), el rendimiento académico, etc. Es aconsejable en todos los casos una mantener una rutina, ser constante y evitar “maratones” de última hora. Es fundamental crear un buen ambiente de estudio y a ser posible, hacerlo siempre en el mismo lugar, diferente de la sala de juegos. Se debe intentar aislarle de distracciones como teléfono, juguetes en el escritorio, televisión o radio de fondo.
La habitación de estudio debe estar bien ventilada y con una temperatura media en la que el niño se sienta cómodo.
Se debe utilizar una mesa apropiada (nada de camas, sofás, etc.), ya que hay que cuidar la postura y si ésta no es adecuada, aparte de producir malas actitudes posturales y daños musculares, no permitirá concentrarse correctamente.
La silla ha de ser cómoda y con un respaldo que permita que la espalda permanezca recta pero con cierto grado de flexibilidad.
La luz natural será la mejor, mientras se pueda. Cuando se use luz artificial, deberá ser lo suficientemente potente para no forzar la vista, pero sin que la fuente de luz enfoque directamente a los ojos y se debe colocar en el lado opuesto de la mano con la que se escribe (diestro o zurdo). En ambientes muy oscuros es recomendable encender otra luz además del flexo, pues no es bueno someter a los ojos a cambios bruscos en la iluminación si se levanta la vista para descansar de vez en cuando.
TIEMPO LIBRE
Como ya se expuso anteriormente, es imprescindible que los niños tengan un tiempo para el estudio y un tiempo para el ocio. Cada niño marcará sus tiempos, en función de su rendimiento, actitud y preferencias. En cualquier caso, desaconsejamos fuertemente que a un niño se le suprima el tiempo de juego por muy mal que vaya en los estudios, siempre que muestre interés y se esfuerce lo suficiente aunque el rendimiento no sea todo lo deseable que nos gustaría. El forzar a un niño por encima de lo razonable al trabajo escolar puede conducir a problemas mayores, como la baja autoestima y alteraciones del estado de ánimo.
No existe una actividad extraescolar mejor que otra. Desde el sentido común, se debería compaginar ocio y formación cultural “extra” (idiomas, música, pintura, etc.). Hay que intentar buscar alguna actividad que divierta al niño y que fomente valores positivos en él. Indirectamente se puede dirigir la actividad a fomentar aspectos concretos en los que el niño pueda mejorar. Por ejemplo, un niño poco ágil seguramente se beneficiará de actividades que fomenten la coordinación y el movimiento, un niño obeso se beneficiará de una actividad dinámica que implique ejercicio continuado y un niño individualista se beneficiará de una actividad que fomente el compañerismo y el juego en equipo.
Las alternativas y combinaciones son enormes dada la gran diversidad de actividades extraescolares a las que tenemos acceso hoy en día. Pero es fundamental que a la hora de elegir, el niño acuda contento y se divierta a la vez que aprende.
Existen estudios que demuestran que ver la televisión más de dos horas al día contribuye al mal rendimiento escolar. Según la Asociación de Telespectadores y Radioyentes, los niños españoles son los más “teleadictos” de Europa, con más del 95% de ellos enganchados a la televisión unas tres horas y veinte minutos por término medio.
Son varios los factores que relacionan el abuso de la televisión con el fracaso escolar: disminuye la capacidad del lenguaje al no participar en conversaciones activas con amigos o familiares, sustituye a otro tipo de actividades domésticas más enriquecedoras como la lectura y además, según el contenido de los programas, puede crear nerviosismo o excitación que impida la posterior concentración para estudiar o incluso para conciliar el sueño nocturno. Por eso es importante mostrar cierto grado de coherencia en el entorno familiar, si los padres leen en casa, están transmitiendo una actitud positiva y además será más fácil compartir aficiones. Si por el contrario los padres son televidentes habituales, al niño le resultará fácil imitar esa conducta.
Hay que tener en cuenta que actualmente la televisión se “sustituye” en algunos casos por otro tipo de entretenimiento electrónico como videojuegos, videoconsolas, PSP, e incluso portales de relaciones personales (chats) a través de Internet. En todos los casos los padres deben marcar unas normas, controlando no sólo el tiempo y el momento en el que los hijos pueden disfrutar de ello (después de realizar las tareas, pausas de descanso, etc.), sino también de los contenidos.
Dra. Mónica Baeza Velasco
Unidad de Pediatría